"Begijnhof" en flamenco, el beguinaje se extendió principalmente por el noroeste de Europa, sparticularmente en Bélgica y los Países Bajos. El movimiento comenzó en el siglo XII y estaba formado por una comunidad de monjas que se hacían llamar "beguinas". Se sometían a las reglas monásticas sin hacer los votos. Se trataba, por tanto, de una comunidad autónoma y laica que no dependía del clero, aunque sus miembros habían decidido dedicar toda su vida a la religión. Además, esta institución acabó atrayendo las iras de la Iglesia, que no apreciaba la independencia de las beguinas. Solían ser solteras o viudas y eran acusadas regularmente de falsa piedad.
Al ser independientes, estas mujeres vivían de su trabajo, de las limosnas y de las donaciones de ricos filántropos. A menudo cuidaban enfermos, trabajaban como tejedoras y se dedicaban a la oración. Sin embargo, las beguinas conservaban su libertad y podían salir sin impedimentos. Sobre todo, querían vivir en comunidad. Para muchas de ellas, esta opción de vida era una forma de evitar el matrimonio forzado y, al mismo tiempo, conservar su independencia al no tener que hacer los votos. Reconocibles por su tocado, el beguin, es a su peculiar indumentaria a la que debemos hoy la expresión "tener un flechazo". Cuenta la leyenda que las beguinas tenían una especie de poder para despertar la llamada de Dios en las mujeres piadosas. Alrededor del siglo XVI se acuñó la expresión "tener un flechazo al revés", que significaba apartarse de la vida piadosa por amor. Con el tiempo, la expresión evolucionó hasta el significado que conocemos hoy: tener el corazón puesto en otra persona.